Problemas en la Tercera Edad

Gabinete de Psicología Montserrat Guerra
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La confrontación entre la experiencia acumulada y deterioro de las capacidades orgánicas es difícil de aceptar.

La tercera edad suele describirse como una época de descanso, reflexión y de oportunidades para hacer cosas que quedaron postergadas mientras uno criaba a los hijos y desarrollaba su profesión, pero lamentablemente el proceso de envejecimiento no es siempre tan idílico. Acontecimientos como por ejemplo los trastornos médicos crónicos y debilitantes, la pérdida de amigos y seres queridos, y la incapacidad para participaren actividades que antes disfrutaba, puede resultar una carga muy pesada para el bienestar emocional de una persona que está envejeciendo.

Estos y otros asuntos suelen dejar emociones negativas como la tristeza, la ansiedad, la soledad y la baja autoestima, que a su vez conducen al aislamiento social y la apatía.

Muchas personas tienen el concepto de que el envejecer o llegar a la tercera edad es directamente proporcional a estar tranquilo, sin salir de casa, acostado y descansando todo el tiempo, triste, desesperanzado, en la espera constante del final. Esto sería normal si toda la vida hubiera actuado de esta manera, no en caso contrario. Aunque las reacciones de adaptación a los problemas personales como pérdidas, dolores físicos y alteraciones del sueño los hacen más vulnerables a la enfermedad mental.

La Depresión en la Tercera Edad:

La depresión es un problema común entre las personas mayores pero no es una etapa normal del envejecimiento. Puede pasarse por alto porquela tristeza no es el síntoma principal al padecer otros síntomas menos evidentes de depresión o puede que no estén dispuestos a hablar de sus sentimientos. Por eso, es menos probable que los doctores puedan reconocer si su paciente padece depresión.

En segundo lugar, es característico de las personas mayores el quejarse menos de estar deprimidos y en su lugar expresar gran malestar por síntomas corporales con frecuencia asociados a una preocupación constante sobre la posibilidad de tener una enfermedad. Probablemente, la razón para esto es que muchas personas mayores han sido educadas para no molestar a sus médicos con otras cosas que no sean quejas físicas.

Por eso es tan infructuosoaceptar las explicaciones del médico de que la causa real de sus síntomas es un trastorno emocional, e insistir en análisis y pruebas diagnósticas que no necesita retrasará el comienzo del tratamiento psicológico que precisa.

En los ancianos, muchos cambios en la vida pueden incrementar el riesgo de depresión o llevar a que la depresión existente empeore. Algunos de estos cambios son:

  • Mudanza del hogar, como por ejemplo a un centro de la tercera edad.
  • Dolor o padecimiento crónico.
  • Hijos que dejan el hogar.
  • Cónyuge y amigos cercanos que mueren.
  • Pérdida de la independencia (problemas para cuidarse sin ayuda o conducir).
  • La depresión también puede estar relacionada con un padecimiento físico (Hipertensión, Alzheimer, Artrosis, Diabetes, Prostatismo, Demencia…)
  • El consumo excesivo de alcohol o de determinados medicamentos (como los somníferos) puede empeorar la depresión.

Síntomas más frecuentes de la depresión en los mayores:

  • Un sentimiento de tristeza o desánimo que es más intenso que la tristeza normal, dura más días y está presente la mayor parte del tiempo aunque con cierta frecuencia mejora con el transcurso del día.
  • Una pérdida de interés en la vida y una incapacidad para disfrutar de las cosas que generalmente dan placer o satisfacción.
  • Una sensación de fatiga o cansancio que está presente a pesar de una escasa actividad y que es tan intensa que hace que la tarea más simple suponga un gran esfuerzo. La motivación y el impulso están apagados.
  • Una pérdida de apetito que se suele acompañar de pérdida de peso.
  • Una sensación interna de inquietud que hace difícil el descansar o el relajarse.
  • Un deseo de aislarse de la gente y si hay gente alrededor una sensación de irritabilidad y mal humor.
  • Dificultad para dormir con frecuente despertar temprano, al menos una o dos horas antes de lo habitual, y con incapacidad para reconciliar el sueño.
  • Ausencia de confianza en sí mismo, que con frecuencia se asocia a sentimientos de inutilidad o de ser una carga para los demás.
  • Sentimientos de maldad o de culpa; quizás exagerando incidentes del pasado, reaccionando de forma desproporcionado o preguntándose si ha sido castigado por Dios o el destino.
  • Pensamientos suicidas.