Coincidiendo con estas semanas de Black Friday y con las compras navideñas a la vuelta de la esquina, Montserrat Guerra nos ha hablado ayer lunes en Onda Cero sobre las compras “EMOCIONALES”. Se estima que entre un 1 y un 11% de la población española padece adicción a las compras, un porcentaje que sube al 16% si hablamos de compras on line.
Las compras compulsivas responden a un proceso de adicción, por el que cualquier comportamiento normal que resulta placentero (juego, sexo, etc) es susceptible de convertirse en adictivo cuando se hace un uso anormal.
Las compras se vuelven compulsivas cuando se adquieren artículos de forma repetitiva y constante, invirtiendo gran cantidad de dinero que puede causar daños a la economía familiar o personal.
Tras ese placer inmediato que resulta de comprar, suele aparecer un sentimiento de culpa o remordimiento, que genera malestar y angustia e impulsa nuevamente a comprar para aliviar ese malestar; por lo que podríamos decir que la adicción es una forma de calmar el malestar y aliviar emociones desagradables.
Las personas que compran compulsivamente o que tienen adicción a las compras, pueden tratar de reducir el malestar de una sensación de vacío interno, sentimientos de soledad, carencias afectivas, o baja autoestima. Es decir, compran cuando se sienten tristes, solos, enfadados, aburridos; y hacen esto de manera frecuente y con consecuencias negativas; por ejemplo, compran a crédito o se gastan más dinero del que tienen, y les cuesta controlar el gasto así como les da seguridad tener muchas tarjetas de crédito.
Además les cuesta hacer planes en los que no se incluyan las compras, o se van de otras actividades como el trabajo para comprar, pues pasan gran parte de su tiempo pensando en ellas y les cuesta resistirse al impulso de comprar y pasan más tiempo del que han planeado. Por ello, suelen tener problemas y discusiones con la familia por lo que gastan y mentirles sobre lo que compran.
El trastorno de las compras compulsivas y su aumento debido a Internet (y al confinamiento) se observa que es más frecuente en mujeres que en hombres. A su vez, apunta que, en general, las mujeres suelen comprar más objetos asociados con la apariencia y el bienestar emocional (ropa, calzado, perfumes, crema, maquillaje, bolsos, etc); mientras que los hombres tienden a comprar objetos instrumentales y de ocio relacionados con la independencia y la actividad.
4 etapas de las compras compulsivas:
-Anticipación: Comienzan los pensamientos y las necesidades. Pueden enfocarse en un producto o en el acto de comprar.
-Preparación: Se realiza la investigación y la toma de decisiones. Una persona puede analizar las ventas o debatir sobre dónde ir a comprar.
-Compra: Se produce la compra. La persona se siente bien mientras lo hace.
-Gasto: Se compra un producto, o muchos productos. La persona se siente triste de que ha terminado la experiencia de compra y posteriormente puede estar desilusionada por lo que gastó.
Posiblemente, la principal diferencia entre comprar un día de manera impulsiva y comprar compulsivamente, es la intensidad del placer y la culpa, así como los motivos que llevan a comprar: la compra por impulso produce placer y satisfacción y posteriormente podemos valorar que esos objetos no eran tan necesarios, mientras que la compulsiva produce una satisfacción muy fuerte momentánea y una culpa más fuerte.
Tanto en el consumidor compulsivo como el comprador ocasional pueden aparecer pensamientos de culpa, pero en los compradores compulsivos estos son más fuertes, y para manejar ese sentimiento pueden incurrir en comprar nuevamente con tal de aliviarlo; lo que va encadenando el problema.
Cuando el sistema de placer se activa en el cerebro, las áreas encargadas de la planificación funcionan peor, el placer nos excita, activa e influye en el comportamiento y motivación por la compra: hace que demos prioridad a esas ofertas y que las consideremos más valiosas, importantes y deseables.
Una compra racional se basa en una planificación, pues cuando vamos al supermercado con una lista de la compra no compramos mucho más brócoli, patatas, carne, pescado y huevos porque esté todo eso de oferta un día si lo que vamos a hacer en la semana son ensaladas y pasta. Al final, las ofertas nos cambian las prioridades, porque estamos tomando decisiones hedonistas, no pragmáticas.
Un comprador compulsivo no compra de manera planificada, sino que compra para obtener ese placer a corto plazo como una forma de para aliviar su malestar.
En general, comprar produce placer inmediato y ayuda a calmar emociones desagradables (alivia cuando estamos tristes o aburridos), pues se activan las áreas del cerebro implicadas en el placer inmediato y motivando los comportamientos de consumo.
Cuando la parte emocional del cerebro está muy activada, limita el funcionamiento de la parte más racional que nos advertiría de que ese producto no es tan necesario, tan útil, tiene características negativas, o un precio elevado. Sin embargo, tras la compra el placer generado disminuye porque se ha satisfecho ese deseo, y entonces entra en juego la parte del cerebro encargada de la racionalidad y la evaluación crítica, que puede valorar esa compra como un gasto innecesario y a consecuencia, podemos experimentar culpa.
El psicólogo recuerda que existen diferentes niveles de adicción relacionados con la pérdida subjetiva del control del impulso hacia compra, así considera que se pueden establecer categorías de gravedad en función del nivel de resistencia a este impulso; también influye en esta categorización los niveles de deterioro económico debido a las compras.
Hay que tener en cuenta que el aspecto económico es un problema para estos pacientes, de hecho no es raro que la persona se gaste una gran parte de su sueldo en estas compras, con lo que el resto del mes ha de pasarlo en una situación de precariedad y escasez de recursos básicos.
Conforme se va agravando el problema, se puede llegar a situaciones de deudas excesivas, problemas con la justicia, ruina económica, deterioro de las relaciones interpersonales (amigos a los que inicialmente se les satura de regalos, y finalmente se les pide dinero), divorcio, e incluso intentos situaciones más graves.
Superar este problema, y en consecuencia comenzar un tratamiento, pasa por admitir que se tiene un problema adictivo. Posteriormente, se puede poner en marcha la terapia que consiste en manejar la frustración y del control del impulso, e identificar y desarrollar las estrategias adecuadas de actuación ante la aparición de deseos de compra.
Promover el desarrollo de áreas de satisfacción en la vida, que sirvan de fuente de gratificación y de apoyo afectivo-emocional (trabajo, ocio, relaciones sociales, pareja, familia, etc.). Desarrollar nuevos hábitos de consumo. Por supuesto, programar las compras que realmente se necesite hacer, y en todo momento organizar y controlar la economía personal para que sea lo más eficaz y beneficiosa posible. Identificar los factores de riesgo que inducen una recaída.
Para ello el papel de la familia es muy importante, son clave como apoyo emocional y afectivo, al tiempo que la familia sirve de elemento de contención del consumo, facilita la recuperación psicológica, y a veces también económica, y ayuda en la prevención de recaídas.
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