Depresión Enmascarada. -En muchas ocasiones, dolores físicos como cefaleas, molestias gastrointestinales y dolor de espalda pueden tener un origen psicológico. Estos síntomas pueden ser la somatización de un trastorno psicológico, como la depresión, pasando a llamarse depresión enmascarada.
La persona que padece depresión enmascarada pone muchos esfuerzos en averiguar qué es lo que produce su malestar físico. Toma todo tipo de fármacos prescritos (o no) por su médico, como antiinflamatorios, analgésicos, somníferos o antiácidos con la esperanza de que desaparezcan los síntomas.
Pero rara vez hay mejora, y el paciente sigue yendo a todo tipo de profesionales. Como tanto la vía farmacológica como otras vías enfocadas a solucionar lo orgánico fallan, muchos denominan a la depresión enmascarada como la “frustradora de especialistas” porque, hasta que no se plantea el origen psicológico, los síntomas físicos no desaparecen.
Entre los síntomas físicos más comunes de esta modalidad de depresión, en la que se somatiza el malestar psicológico convirtiéndolo en síntomas físicos, tenemos:
La depresión enmascarada parece ser común en niños y niñas, que pueden acabar somatizando su malestar psicológico en todo tipo de problemas más evidentes como hiperactividad, cambios en el carácter, problemas de alimentación, conducta agresiva, conductas antisociales, trastornos del aprendizaje…
Montserrat Guerra habla en Onda Cero sobre “la depresión enmascarada”. Se cree que casi el 10% de las personas que acuden a los centros de Asistencia Primaria quejándose de dolores físicos realmente están padeciendo depresión y solamente la mitad de ellos recibe un diagnóstico adecuado.
PULSAR PARA ESCUCHAR EL PODCAST DE LA ENTREVISTALa depresión enmascarada es una forma de trastorno depresivo que se caracteriza por la manifestación de síntomas físicos o conductuales en lugar de los típicos signos emocionales, como tristeza profunda o desesperanza. Las causas de la depresión enmascarada pueden ser diversas y están estrechamente relacionadas con factores biológicos, psicológicos y sociales.
En muchos casos, esta condición surge debido a una interacción compleja entre predisposiciones genéticas y eventos estresantes de la vida, como traumas infantiles, pérdidas significativas, o la exposición prolongada a situaciones de estrés. Estos eventos pueden activar respuestas emocionales que el individuo reprime o no reconoce conscientemente, dando lugar a una expresión «enmascarada» de la depresión.
Otro factor importante en el desarrollo de la depresión enmascarada es el estigma social asociado a los trastornos mentales. Algunas personas, especialmente en culturas o contextos donde se valora la fortaleza emocional, pueden no sentirse cómodos expresando sus emociones negativas. Esto las lleva a canalizar su malestar psicológico a través de síntomas somáticos, como dolores crónicos, fatiga inexplicable, o problemas gastrointestinales, que pueden ser interpretados como puramente físicos tanto por el paciente como por los médicos.
En otros casos, los pacientes pueden desarrollar conductas de evasión, como el abuso de sustancias o comportamientos compulsivos, que actúan como un «escape» de las emociones subyacentes.
La depresión enmascarada también puede tener raíces neuroquímicas y hormonales, como desequilibrios en los niveles de serotonina, dopamina o cortisol, que afectan tanto al estado de ánimo como al funcionamiento físico.
Además, algunas personas tienen una predisposición genética que las hace más vulnerables a desarrollar síntomas depresivos, incluso si no son evidentes a nivel emocional. Este tipo de predisposición, combinado con factores ambientales como el aislamiento social, las relaciones interpersonales conflictivas o un ambiente laboral adverso, puede contribuir significativamente a la aparición de la condición.
Las causas de la depresión enmascarada son multifactoriales y abarcan desde el entorno social y las experiencias personales hasta aspectos biológicos. La falta de reconocimiento temprano de esta forma de depresión puede prolongar su impacto negativo en la calidad de vida, lo que subraya la importancia de una evaluación integral que contemple tanto los síntomas físicos como los psicológicos. Esto es crucial para identificar y tratar eficazmente esta condición que, a menudo, pasa desapercibida en su diagnóstico.
La depresión enmascarada en adolescentes es una forma de depresión que puede ser difícil de identificar debido a que los síntomas emocionales típicos, como tristeza profunda o desesperanza, están ocultos detrás de manifestaciones físicas, conductuales o sociales.
Durante la adolescencia, una etapa marcada por cambios biológicos, psicológicos y sociales, esta condición es especialmente desafiante de detectar, ya que algunos comportamientos asociados con la depresión enmascarada pueden confundirse con actitudes típicas de esta etapa de desarrollo.
Entre las posibles causas de la depresión enmascarada en adolescentes, se encuentran factores como la presión académica, problemas familiares, experiencias traumáticas, el acoso escolar, o dificultades en las relaciones interpersonales. Estos factores pueden generar un estrés emocional que, en muchos casos, no se expresa de forma directa.
En lugar de hablar de sus sentimientos, los adolescentes pueden manifestar su malestar a través de síntomas físicos, como dolores de cabeza, problemas gastrointestinales, insomnio o fatiga persistente. También pueden exhibir cambios en el comportamiento, como irritabilidad, conductas desafiantes, aislamiento social o un descenso en el rendimiento académico.
El estigma y la falta de educación sobre la salud mental en esta etapa también juegan un papel importante. Muchos adolescentes no son conscientes de lo que sienten o no tienen las herramientas emocionales para expresar su malestar. En algunos contextos, puede haber una presión para mostrarse fuertes o para evitar ser etiquetados como «débiles». Esto lleva a que el malestar emocional se canalice de manera indirecta, dificultando su identificación por parte de padres, profesores y profesionales de la salud.
Otro aspecto relevante es el impacto de las redes sociales y la cultura digital en la salud mental de los adolescentes. La exposición constante a estándares irreales de éxito y apariencia, así como el miedo al rechazo o al fracaso, puede aumentar la vulnerabilidad a la depresión enmascarada. En algunos casos, los adolescentes recurren al uso excesivo de dispositivos electrónicos o al consumo de sustancias como una forma de evitar enfrentar sus emociones subyacentes.
A nivel neurobiológico, los adolescentes también experimentan cambios significativos en sus cerebros, lo que puede influir en su regulación emocional y aumentar su susceptibilidad a trastornos del estado de ánimo. La combinación de estos cambios internos con factores externos, como un entorno familiar conflictivo o una sensación de desconexión social, puede desencadenar o agravar esta forma de depresión.
La depresión enmascarada en adolescentes requiere una detección temprana y un enfoque comprensivo para su tratamiento. Es fundamental que padres, educadores y profesionales de la salud mental estén atentos a señales indirectas, como cambios en los hábitos, síntomas físicos inexplicables o comportamientos extremos.
Abordar esta condición con empatía y sin juzgar es clave para ayudar a los adolescentes a expresar su malestar y recibir el apoyo necesario para superar esta etapa de dificultad emocional.